Sus ojos, eran verdes ¿sabes? Tal y como a mí me gusta, ¿su sonrisa? Perfecta. Y su mirada, lo decía todo sin tener que decir palabra alguna.
Era perfecto, para mí lo era, atento, cariñoso y siempre sacandote sonrisas.
Siempre lo veías feliz, aunque no lo estuviera, nunca le veías llorar y no precisamente por eso de que los hombres nunca lloran. Simplemente, él era así.
Tenía una extraña afición, si, ¿como la llamaba? A sí, au afición era ponerse gafas de sol de noche, y iba en serio, no había ninguna noche que no se las quitara, pero eso, le hacía aún más especial.
Fue el único que hizo que me enamorara, el único que me comprendía, el único que sabia como era yo realmente y aún así, me queria.
Era demasiado para mí, tal vez, eso hizo que la relación acabara, tal vez, fuera eso, demasiado para mí, el me lo entrego todo y ¿yo? Nada.
Ahora puedo entender aquello de no se sabe lo que se tiene, hasta que uno lo pierde, y es que él era precioso, como precioso le puede parecer el puente más alto del mundo a un suicida.