No para de mirarle, sus ojos le tienen prisionero.
-¿Qué? – le dice riéndose.
-Nada, solo que eres preciosa.
La chica se sonroja, no le solían decir cosas así habitualmente.
– ¡Pero no me mires!
– No puedo dejar de hacerlo.
– Tú… Tú también eres precioso…
– ¿Puedo darte un beso?
– Con una condición.
– ¿Cuál?
– Que no sea el último.