Por ser una ciudad tan grande y a la vez tan pequeña, por enamorarme de tí cada vez que voy, por sacar sonrisas a todo el mundo, por ser una ciudad ruidosa con sitios tranquilos, por tener una historia que realmente amo. Por tener las mejores fiestas que una persona podría vivir, por ese clima que todos envidian, por su casco antiguo, por las mil historias que se pueden de contar en un mismo sitio, por el asombro de los estranjeros al pisar nuestras tierras, porque una vez las pisan no se quieren ir.
Y es que, cada vez que voy a Valencia, los pelos se me ponen de punta, un escalofrío recorre todo mi cuerpo y siento eso de mariposas en el estómago. ¿Se puede estar tan enamorada de una ciudad?